jueves, 9 de agosto de 2012

Una historia deliciosa


Hola. Mi nombre es Paola, soy una chica especial, ustedes me entienden, resulta que si me ven durante el día verán a un hombre formal y muy masculino, pero si me pudieran ver durante algunas noches en la intimidad de mi recamara verían a una mujer sensual, coqueta y elegante, fascinada probándose todo tipo de atuendos femeninos, sintiéndose toda una dama y disfrutando al máximo estos momentos.
Este es mi primer relato, por favor háganme llegar sus comentarios. En otra oportunidad les contaré como fue que descubrí mi lado femenino y emp
ecé a vestir ropas de mujer, por ahora quiero contarles algo que realmente me sucedió hace algunas semanas y que por obvias razones no le he platicado a nadie pero que me muero de ganas de contárselo a ustedes.


Por cuestiones de trabajo tuve que salir de viaje por un par de noches, nada fuera de lo normal, el punto es que ese viaje coincidió con uno de esos periodos en los que me siento más femenina de lo habitual, me gusta pensar que estoy en “mis días”, cuando me siento así, no puedo resistir la tentación de transformarme en Paola y sentirme la mujer más sexy del mundo. Fue por esa razón que decidí llevar a mi viaje no solo mi ropa masculina, sino también un poco del guardarropa femenino que he logrado armar a lo largo de los años.
Viajé en el último vuelo del día y llegué muy cansada y muy tarde al hotel,
 de tal forma que lo único que hice fue dormir ya que al día siguiente tenía que empezar temprano mis actividades de trabajo. Cuando desperté, después de bañarme al empezar a vestirme, vi mi ropita de nena y me dieron unas ganas terribles de ponérmela, pero no podía ir a trabajar con ese atuendo, lo más que me permití fue ponerme un bóxer de encaje de color negro que me encanta, cuando me lo pongo, al caminar poco a poco se va metiendo entre mis nalguitas y la sensación del encaje en mi intimidad es más que placentera, me hace estar excitada todo el día.

Y esa ocasión no fue la excepción, mi excitación estuvo a flor de piel todo el día, tenía urgencia por llegar a mi hotel y complementar el bóxer que llevaba puesto con el atuendo entero. A lo largo del día estuve imaginando todo lo que me pondría al llegar a mi cuarto en la noche, sabía que me pondría unas medias de seda italianas de color negro que son hermosísimas, de las que tienen elástico a la altura del muslo y que los italianos llaman auttoregenti. También me pondría el brassier que hace juego con el bóxer, desde luego también de encaje negro con un calado muy delicado y sexy, me pondría mis zapatillas cerradas de tacón alto, que tanto estilizan mis piernas, las cuales se ven tan largas que parecen interminables, la verdad adoro como se ven mis piernas calzadas con unas medias finas y unas zapatillas altas. Para terminar me pondría un vestido que me encanta, es un vestido de vuelo amplio, no muy corto pero tampoco tan largo, cuando estoy de pie permite ver un poco más arriba de mis rodillas, pero cuando estoy sentada, me gusta mucho como se sube un poquito y ofrece una vista espectacular de mis piernas, a veces inclusive se me ven los muslos cubiertos por el encaje de mis auttoregenti. Por supuesto lo complementaria todo con un delicado maquillaje en tomos azules, que es el que más me gusta y una peluca de media melena que se mueve tan sensual como mi vestido cuando hago algún giro, delicado pero un tanto erótico, propio de una damita elegante pero atrevida como yo.
En fin, en todo esto estuve pensando durante el día, mientras el encaje de mi bóxer negro hacia su efecto en mi intimidad. Sin embargo, tenía que trabajar y la verdad fue un día bastante pesado que terminó muy tarde, llegué al hotel casi a las 8 de la noche.
Cuando entré al lobby descubrí un bar en el que no me había fijado antes, se me antojó tomarme un trago y decidí entrar. Pedí un whiskey en las rocas y me senté en un sillón muy bajo, un poco incomodo, tan bajo era que mis rodillas quedaban más altas que mi cadera, en ese momento solo me pareció incomodo, después descubriría que era peor que eso.
El mesero del bar, un joven alto y bien formado, con una actitud amigable me llevó mi trago y siempre estuvo muy atento a lo que yo pudiera necesitar, de principio me pareció que simplemente era amable porque esperaba una propina, después me di cuenta que esperaba algo más.
La mesita donde estaba tomando mi whiskey estaba un poco lejos del sillón, lo cual me obligaba a estar sentada casi en la orilla del mismo y como las rodillas las tenía más altas que mi cadera se me tensaba el pantalón sobre mis nalgas, lo que permitía que por detrás se asomara ligeramente el hermoso bóxer negro que llevaba puesto y yo ni cuenta me había dado de esto. Me llamó la atención que el mesero del bar, con el pretexto de atenderme bien pasara tan frecuentemente por mi mesa y cuando estaba atrás de mi no dejaba de voltear a verme, en una de esas, lo sorprendí viendo descaradamente mi trasero, y me pregunte que tanto me ve este tipo, llevé mi mano a mi espalda baja y descubrí que el bóxer estaba a la vista de cualquiera que quisiera verlo. ¡Qué vergüenza!, era obvio que el mesero ya se había dado cuenta del tipo de ropa interior llevaba yo puesta.
La verdad no supe cómo reaccionar, por supuesto traté de esconder mi bóxer y desaparecer del bar en ese mismo instante, de inmediato pedí mi cuenta. El mismo mesero me la llevó y antes de entregármela me preguntó, -¿No se le ofrece algo más a la señorita? ¡Me estaba hablando en femenino, como si yo fuera una mujer!, mi primera reacción fue de enojo y ganas de reclamarle al mesero que me hablase de esa manera, sin embargo, casi enseguida me controlé, no quería hacer un escándalo en el hotel donde estaba hospedada y además recordé que, ser tratada como mujer era una de mis fantasías y en ese momento estaba sucediendo, no había razón alguna para molestarme con quien me estaba haciendo realidad esa fantasía. Tratando de aparecer calmada y en control de la situación le contesté que no, que solo quería pagar mi cuenta. Me entregó el papel, lo firme y se lo devolví, al verlo me dijo, -La señorita se hospeda en la habitación 723, en quince minutos termina mi turno y si me permite, personalmente le llevaré a su habitación un trago mas, cortesía de su admirador. -¿Qué? –Nada, simplemente que en un rato más le llevaré a la señorita directamente a su habitación un servicio muy especial. No dije nada, tenía emociones encontradas por un lado quería golpear al mesero, pero también tenía ganas de agradecerle ser tan gentil con una damita como yo, salí del bar y me encerré en mi habitación.
Al cerrar la puerta tras de mí estaba temblado de emoción, mis deseos de golpear al mesero habían desaparecido totalmente, ahora solo tenía ganas de ser tratada nuevamente como una mujer, de aparecer frente a todo el mundo como lo que realmente siento que soy, una hermosa chiquilla coqueta y sensual.
Además el mesero dijo que vendría en unos minutos, -no se atreverá, pensé para mis adentros, -¿y si se atreve y toca la puerta que hago?, ¿lo denuncio a la gerencia?, ¿le abro y lo dejo pasar? ¿y si estando dentro de mi habitación intenta sobrepasarse conmigo? Eso sería terrible, pero, ¿no era eso lo que quería? ¿no era eso lo que deseaba, que un hombre se interesara en mi como mujer? Pensándolo bien creo que no sería tan terrible, tal vez sería delicioso.
Esta situación me tenía muy nerviosa y al mismo tiempo muy excitada, parecía yo una colegiala que anticipa el primer beso de un muchacho. Sin saber exactamente que esperar decidí que esta emoción merecía ser experimentada estando yo perfectamente ataviada con mis mejores ropas femeninas. De inmediato empecé a transformarme.
No me costó trabajo, durante el día ya había yo decidido lo que me pondría y lo hice muy rápidamente, no solo quería estar lista para cuando llegara el mesero, si es que llegaba, también debo reconocer que ya tengo mucha practica en vestirme y maquillarme, estaba dando los últimos toques a mi peinado y terminando de aplicar brillo y color a mis labios cuando oí que tocaban a la puerta, el estomago me dio un salto.
Antes de ver quien tocaba a la puerta revisé que todo estuviera perfecto en mi habitación y me miré en el espejo, la imagen que vi era la de una muchacha alta, elegantemente ataviada con un vestido que dejaba ver unas piernas largas y bien torneadas. Estaba yo muy nerviosa, respiré hondo tratando de tranquilizarme y pensé “solo es un muchacho al que le gustaste, tranquilízate Paola”.
Abrí la puerta y vi a mi mesero, el me vio a mí y dijo, -perdón señorita, me equivoque de cuarto. No te equivocaste de habitación, soy yo. –No pude ser, ¿de veras es usted?, es que se ve tan, tan ….., Como respuesta le di la mas coqueta de mis sonrisas y le pregunté -¿te vas a quedar ahí toda la noche?, pasa.
El joven mesero traspasó la puerta y yo la cerré, por primera vez en mi vida estaba en un cuarto de hotel, sola, totalmente vestida de nena y con un hombre, me sentía encantada y nerviosa.
-Déjeme presentarme señorita, mi nombre es Alejandro, perdone mi atrevimiento pero como le ofrecí hace rato, le traigo un trago más para que lo disfrute en la intimidad de su habitación. Con la emoción he dejado el servicio en el pasillo, permítame un instante. Alejandro salió al pasillo y de inmediato regresó con un carrito de servicio, que traía una botella del mismo whisky que estuve tomando en el bar y un plato de carnes frías.
-Ay que amable eres Alejandro. No te hubieras molestado.
-Para mí es un honor atender a la mujer más hermosa del hotel, le voy a servir un trago. Rápidamente preparó el trago y puso el vaso en mi mano, lentamente, como acariciándome.
-Pero que grosera, tu tan amable y yo ni siquiera me he presentado. Mi nombre es Paola Rosas y estoy de visita en tu ciudad por motivos de trabajo. Gracias por tus atenciones, pero no esperaras que tome yo sola, ¿verdad?
-Si me permite, me dará mucho gusto acompañarla.
-Por favor, acompáñame. Alejandro se sirvió un trago igual para él y mientras lo hacia, tratando de ser discreta lo pude observar mejor, se había quitado su uniforme de mesero y se había puesto unos jeans y una camisa, ambos un poco ceñidos, recorrí su cuerpo con mi mirada, era obvio que asistía al gimnasio con regularidad, era más alto que yo y tenía unas espaldas anchas y una cintura breve, al ir bajando mi vista llegué a la parte que estaba debajo de la hebilla de su cinturón y pude apreciar que ahí se levantaba un muy interesante promontorio, pensé “que cosa más rica”. En ese preciso momento volteó la cara para verme y me sorprendió admirando su masculinidad.
De inmediato y aprovechando la ocasión me preguntó, -¿Te gusta lo que estás mirando?, yo no me quise quedar atrás y le contesté, -Me gusta lo que estoy mirando, tanto así que lo estoy admirando.
En ese momento se rompió el hielo y empezó una rica velada entre dos amigos que se atraían sexualmente, parecía que nos conociéramos de muchos años, nos sentamos en el sofá, pusimos música, nos tomamos dos o tres tragos mas y picoteamos las carnes frías, estuvimos conversando de muchos temas, Alejandro resultó ser un chico muy interesante, estaba muy informado de lo que pasa en el mundo y era muy divertido. Sin proponérnoslo nos estábamos divirtiendo mucho y sin darnos cuenta a cada minuto nuestra cercanía física era mayor y el contacto de sus manos con las mías era más frecuente y casual. Yo reía de muy buena gana a uno de sus comentarios ingeniosos cuando descubrí que tenía sus manos sobre mis muslos y su boca a dos centímetros de la mía, acariciaba mis piernas tiernamente y se acercaba para besarme, yo cerré los ojos y en lugar de dejarme besar y yo besarlo a él, me ganaron los nervios y me puse de pie. Para tratar de no verme tan ridícula por mi reacción, le dije, -baila conmigo. Alejandro se puso de pie, me tomó en sus brazos y me deje llevar bailando con él, era una melodía dulce y romántica, pero con buen ritmo, acabé abrazándolo y poniendo mi cabeza en su hombro, el me abrazó y paso sus brazos por mi cintura, yo estaba en el cielo.
Levante mi cara para verlo y sus labios volvieron a estar muy cerca, esta vez estando abrazada de él, no pude evitar que me besara en la boca, no solo no lo quería evitar, lo deseaba, nos besamos tiernamente, cerré mis ojos y me levante de puntitas para alcanzar a besarlo bien. Fue un beso dulce y tierno, yo era la mujer más feliz del mundo. En ese momento alcancé a ver el espejo al fondo de la habitación y vi a una mujer y a un hombre haciendo el amor. Seguíamos moviéndonos y besándonos al ritmo de la música, abrí mi boca para dar paso a su lengua, nos acercamos todavía más y por primera vez sentí que tenía sus manos en mis nalguitas, me tocaba sin ningún reparo, poco a poco me fue levantando el vestido hasta que pudo tocar mi piel, la piel de mis nalgas, sensualmente cubiertas por mi bóxer negro de encaje, el bóxer negro que había desatado todo esta noche. Alejandro me susurró al oído, -desde hace rato quería acariciar tus calzoncitos. –Pues ya lo estás haciendo. -¿Te gusta? –Me encanta. -Déjame verte. Hábilmente Alejandro me separo de su cuerpo y me hizo dar un giro haciendo que mi vestidito se levantara ligeramente. –Estas preciosa Paola. Me hizo dar otro giro y sin que pudiera evitarlo mi vestidito cayó al piso. ¿Cómo hiciste eso? –Te desabroché el vestido mientras estábamos abrazados. –Ay Alejandro, eres un pillo, pero me encanta que lo seas.
Alejandro se hizo dos pasos hacia atrás para verme mejor, estaba yo solo cubierta con mi ropa interior y mis auttoregenti, me dio pena y intenté cubrirme con mis manos, nunca nadie me había visto así. Alejandro se volvió a acercar, me abrazó y volvimos a bailar, esta vez yo lo abrazaba muy intensamente y él me acariciaba, la espalda, los muslos y por supuesto mis nalgas, en ese momento sentí su erección sobre mi vientre, yo nunca había sentido eso y me pareció que lo que este hombre tenía entre las piernas era inmensamente grande y grueso.
Sin decir palabra alguna y sin dejar de besarnos y acariciarnos nos sentamos nuevamente en el sofá, Alejandro tomó mi mano y la puso sobre su pantalón exactamente donde estaba su erección y me dijo –Hazlo, no era una orden era una sugerencia amorosa, yo tenía que obedecer.
Le bajé el cierre del pantalón, metí mi mano dentro de sus calzoncillos y libere una hermosa verga, para poder verla bien, me puse de rodillas frente a Alejandro, y le bajé el pantalón y los calzoncillos hasta las rodillas. Ahí estaba Paolita, solo cubierta con su ropita interior de encaje negro y sus zapatillas de tacón, contemplando su primera verga de verdad, era el momento con el que más había fantaseado desde que empecé a vestirme de nena. Así como la verga de Alejandro goteaba de excitación, así estaba mi boca, babeando al contemplar esta hermosa verga, no tengo mucha experiencia en lo que a este tema se refiere, pero a mí me pareció que era gruesa y larga, más bien muy gruesa y muy larga. Alejandro me acariciaba la cabeza y la dirigió hacia su pene, estaba tan cerca que podía percibir claramente sus venas saltadas y el aroma a hombre que sabe que están a punto de darle una buena mamada de verga.
Me la metí en la boca, pero me estaba ahogando de lo grande que me parecía, decidí mejor chuparla primero, pasé mi lengua por su glande, besé toda su longitud con mis labios y la humedecí con mi lengua, la volví a meter a mi boca mamándola con mis labios, era riquísimo, sentir como seguía aumentando de tamaño en mi boca, escuchar como Alejandro gemía en excitación, levantar la mirada y verlo con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados, dejándose atender por esta mujer, deseosa de complacerlo. Seguí haciéndolo por varios minutos más, lo estaba disfrutando mucho, estaba convertida en toda una hembra dándole placer a su hombre, de repente escuché que Alejandro respiraba mas fuerte todavía y antes de que pudiera darme cuenta, un inmenso chorro de semen inundó mi boca, pasaron varios segundos y seguía recibiendo descargas de semen en mi boca. Me sentía satisfecha y contenta, tanto que aunque no lo había pensado nunca, me tragué completamente la lechita de Alejandro, sin sacarme su verga de mi boquita. No estaba nada mal para haber sido la primera vez que lo hacía, me sentía muy bien y parecía que a Alejandro le había gustado mucho también.
-Que rico lo haces Paolita, eres una experta mamadora.
-No lo soy, tú eres el primer hombre al que le mamo la verga.
-No puedo creerlo, lo haces muy bien, seguramente has practicado mucho.
En ese momento algo se rompió, me di cuenta de lo que estaba haciendo, estaba en mi cuarto de hotel mamándole la verga a un perfecto desconocido, me dio miedo. Me detuve y me puse de pie.
-¿Qué pasa Paola? No te detengas. Sigamos.
-No.
- Ven acá, ahora verás lo que te hago sentir, déjame besarte el culito. Me jaló hacia él y me puso de rodillas sobre el sofá con la cara hacia la pared, me empezó a acariciar las nalgas, subiéndome el vestido y buscando bajarme el bóxer, yo estaba desconcertada, no sabía si debía dejar que me hiciera lo que intentaba o debería detenerlo. En lo que yo estaba pensando todo esto, él me bajó la parte de atrás del bóxer y me acariciaba las nalgas, exponiendo mi culito abiertamente. Yo, a cada segundo estaba más nerviosa y confundida, sentí como su mano abría mis nalgas y con un dedo acariciaba la entrada de mi ano, no puedo negar que me estaba gustando, esto yo lo he había hecho muchas veces en mi recamara, pero sentir que te lo haga un hombre de verdad es totalmente diferente.
-Ahora si Paola vas a sentir toda mi verga en tu culito, y me metió el dedo hasta el fondo, me dolió, me asustó y ya no estuve tan segura de dejarlo seguir.
-Relájate Paola, no aprietes el culito o te voy a lastimar. No sé porque pero esto último me sonó como una amenaza. Ahora sí entré en pánico. Me subí el bóxer y me paré del sofá.
-Es mejor que te vayas Alejandro.
-¿Por qué Paola? ¿Qué hice?
-Nada Alejandro, simplemente no estoy lista para esto, discúlpame. Alejandro se molestó mucho, puso una cara horrible, hizo un ademan como si quisiera pegarme, me dio más miedo aun, pero se contuvo. Se levantó del sillón y poco antes de que se subiera el pantalón pude observar cómo a pesar de haberse venido unos minutos antes su verga ya estaba otra vez parada. Lamenté que no fuera a tener esa hermosa verga de hombre de verdad explorando mi culito.
Sin decir nada, Alejandro salió de mi habitación y nunca más lo he vuelto a ver. Al día siguiente salí del hotel y regresé a mi casa. Esa noche antes de dormirme, decidí que si ya había probado el semen de un hombre extraído por mi propia boca, debería terminar la velada sintiéndome más mujer que nunca. Me puse un baby doll corto color lila y me empecé a desmaquillar, en ese momento no sabía si en la próxima oportunidad si me atrevería a dejarme coger por un hombre o me volvería a dar miedo, no sabía siquiera si habría una siguiente oportunidad. A pesar de todo, esta noche había debutado sexualmente como mujer y me había gustado mucho, estaba fascinada. Dormí como princesa.

1 comentario:

  1. Muy bonita tu historia, pero si hay algo que la vida me enseñó es que disfrute sus pequeños momentos, porque son los mejores y únicos

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